En Norteamérica más de 4000 ataques cardíacos ocurren cada día, cada 50 segundos se descubre un nuevo diabético, además, aproximadamente la mitad de los habitantes de la nación padecen presión arterial alta, una enfermedad que aqueja al 40 por ciento de los habitantes del mundo, todo por causa del consumo excesivo de carnes, lácteos y grasas.
La misma razón llevó a que en 1985 tres de cada cuatro fallecimientos ocurrieran por enfermedades cardiovasculares y cáncer; solo la primera guerra mundial superó este promedio de muertes.
Hoy en día el peligro ha crecido ya que la carne pasa por controles meno rigurosos y contiene una carga de químicos bastante mayor. Cada animal es tratado con aproximadamente 600 compuestos de los cuales solo el 10 por ciento es regulado por agencias gubernamentales. Entre este 10 por ciento se encuentran 43 drogas asociadas con el cáncer, 20 con defectos de nacimiento y de seis se sospecha son causantes de mutilaciones.
Actualmente en Colombia, la higiene de los lugares en los que se comercializa la carne es lamentable. Además, los utensilios sucios así como la higiene mínima de los transportes, mataderos, mercados y restaurantes, ayudan a la diseminación de salmoneras, estafilococos, etc.
A menudo se llevan al mercado, y se venden para el consumo, animales que ya están enfermos a los que sus dueños temen guardar por más tiempo. Por otro lado, algunos de los procedimientos seguidos para cebarlos ocasionan enfermedades. Además, muchas veces encerrados sin luz y sin aire puro, respiran únicamente el ambiente sucio del establo.
A esto se suma que algunos animales, cuando se acerca el momento e su muerte, parecen advertir tal acontecimiento, entrando en un estado de furia y locura durante el cual son sacrificados. Su carne, bastante peligrosa, puede producir entre quienes la consumen calambres, convulsiones, apoplejía, cánceres e inclusive la muerte.
Dos libras de chuleta asada pueden causar tanto cáncer como 400 cigarrillos.
Todo sucede cuando la carne es asada: una vez al fuego ésta destila grasa la cual se quema al tocar las brasas siendo el humo que sube el que le da el sabor a la misma. Sin embargo, éste no solo da sabor sino también es un agente cancerígeno llamado bensopileno.
UNA TRADICIÓN RIESGOSA
Durante siglos el hombre ha logrado que poco a poco la carne se convierta en parte esencial de su dieta. En un principio se pensó en ésta como la principal fuente de nutrientes para nuestro organismo. Hoy en día, gracias a las investigaciones y pruebas de laboratorio, se ha comprobado que es la culpable de la mayoría de las enfermedades que aquejan al ser humano. Sin embargo, aunque libros, revistas y medios en general informan acerca de los riesgos al consumir carne, se puede afirmar que falta educación al respecto.
Pero ¿Por qué si existe tanta información al respecto el hombre continúa incluyendo la carne en su dieta básica? Una encuesta realizada en las principales capitales del mundo por estudiantes de nutrición arrojó los siguientes resultados:
- Un 10 por ciento del consumo se hace por tradición
- Un 20 por ciento, del cual forman parte médicos, profesionales e individuos de un nivel académico medio, la consideran por sus proteínas, aminoácidos y la controvertida vitamina B12, indispensable para la dieta.
- Un 70 por ciento restante que, consciente de los efectos nocivos de la misma, la consume simplemente por su sabor .
En este último grupo se encuentran quienes prestan poca atención a las nefastas consecuencias de su consumo. Para muchos de ellos es preferible morir que
dejar de disfrutarla. Todo sin tener en cuenta que es más aconsejable permanecer sanos y alcanzar una muerte tranquila que padecer dolencias el resto de sus vidas.
En conclusión, el hombre, sin distingo de raza ni credo, está siendo controlado por su propio apetito, el cual, al parecer, es más poderoso que la misma razón.
DIGESTIÓN A LA MEDIDA
Cuando el mundo fue concebido, la carne no aparecía como un alimento destinado para el hombre. Las siguientes son algunas variables fisiológicas del hombre con respecto a la carne:
La mayoría de los dientes del hombre, a diferencia de los de los carnívoros, están hechos para moler y triturar, no para desgarrar y cortar. Prueba de ello son las muelas (molares) en el hombre y los colmillos en los carnívoros. Por otro lado la mandíbula del carnívoro solo se mueve de arriba hacia abajo con el fin único de morder y desgarrar.
La saliva humana es alcalina y posee una encima cuyo único fin es digerir los carbohidratos hallados en los vegetales. La saliva del carnívoro, a diferencia de ésta, es ácida y sirve para digerir la proteína animal.
Hombre y carnívoro poseen sistemas digestivos diferentes, tanto en su longitud como en su proceso. El intestino del carnívoro, por ejemplo, alcanza una longitud tres veces mayor a la de su tronco, mientras que mientras que el del hombre se acerca con facilidad a los siete metros. Al primero, el corto trayecto recorrido por el alimento, le permite defecar constantemente. Cosa diferente sucede con el segundo en que cualquier tipo de carne se fermenta y descompone al interior del organismo debido al extenso trecho intestinal.
Por otro lado, mientras que el hígado y los riñones del carnívoro están preparados para eliminar grandes cantidades de ácido úrico, los mismos órganos, en el hombre, solo están preparados para eliminar pequeñas cantidades.
LA CARNE, UNA MENTIRA PELIGROSA
Ser vegetariano puede prevenir -y algunas veces revertir- los asesinos más grandes de nuestra nación, como la diabetes, la obesidad, las enfermedades del corazón, el cáncer y derrames cerebrales. Ejercita tu camino a una mejor salud: sé vegetariano. Michael Clarke
Contrario a lo que muchos piensan, la carne no fortalece o aumenta la capacidad del hombre para afrontar la extenuante jornada laboral.
Años atrás, una prueba realizada por el doctor Irving Fisher, de la Universidad de Yale, demostró la superioridad en fuerza y resistencia física de dos atletas vegetarianos sobre dos atletas consumidores de carne. Cabe mencionar que tal superioridad era dos veces mayor, además, los atletas vegetarianos eran principiantes mientras que sus competidores eran atletas de experiencia. Otro ejemplo de ello es el campeón mundial de natación, y protagonista de la serie “Tarzán”, Johnny Weismuller. Este, transcurridos cinco años luego de obtener el último de sus 56 record mundiales, fue invitado a la inauguración de una piscina en el sanatorio de Battle Creek. Weismuller, luego de un arduo entrenamiento y un selecto régimen vegetariano, obtuvo seis records mundiales en esa misma piscina. Esto lo llevó a profesar en sus alumnos el abandono de la carne como medio para alcanzar sus metas.
La carne por su parte trae efectos adversos que se manifiestan en fatiga y envejecimiento prematuro una vez que sus componentes alcanzan las células. Esto sucede porque el individuo, al consumir la carne asimila todos los desperdicios y toxinas que el animal hubiera eliminado en vida. Muchos aseguran sentir la fortaleza proporcionada por la carne una vez ésta es consumida. La verdad es que este vigor no es más que la acción estimulante producida por los ácidos venenosos que contiene. Además, la llenura que ocasiona no es por su acción nutritiva más si por la indigestión que provoca.
Los alimentos deben ser en primera instancia, digeridos y transformados en quimo (líquido resultante de la digestión), luego se absorben, posteriormente pasan a la sangre y de allí a nutrir el organismo. Lo extraño sucede cuando la carne. Al caer al estómago y aún sin ser digerida, produce la sensación de vigor. Vale la pena aclarar que esta no es más que una sensación estimulante, la misma que podría producir el licor o una taza de café.
Por último es válido aclarar que las proteínas no aumentan las fuerzas, es más, en la mayoría de los casos se requiere una gran cantidad de energía para digerir y metabolizar el exceso de las mismas, lo que en algunos atletas provoca deshidratación, pérdida del apetito y diarrea. O acaso quiénes tienen más fuerza ¿El gato, el tigre y el león? O ¿El elefante, el búfalo y el gorila?